Autor: Santiago MARTÍN, sacerdote FM
La difícil situación generada en Estados Unidos tras el presunto asesinato de George Floyd, afroamericano, a manos de un policía, con saqueos e incendios por un lado y con una respuesta poco mesurada por parte del presidente Trump por otro, ha servido para mostrar la fragilidad de nuestra sociedad, aunque no estemos en Estados Unidos. Hemos visto violencia desatada de ese tipo en muchas partes del mundo y por causas diferentes, y siempre han estado detrás grupos de agitadores de raíz anarquista, hoy ya identificados globalmente como “antifas” -abreviatura de “anti fascistas”-, que aprovechan el descontento legítimo de una parte de la población para sembrar el caos. La solución no está en criminalizar sistemáticamente a las fuerzas del orden, que muchas veces son los más perjudicados incluso desde el punto de vista físico. Hay que ir a la raíz de los problemas, bien sean éstos de racismo o de desigualdades sociales. Dejar las calles y los comercios en manos de los violentos no es una solución, pensar que todo se resuelve con la fuerza, tampoco lo es.